Cuando un paciente es diagnosticado con cáncer aparece mucha información sobre “superalimentos” y dietas especiales “anti cáncer”, sin embargo, muchas de estas recomendaciones carecen de bases científicas que avalen su uso. Otras veces son costosas o excesivamente restrictivas, lo que puede empeorar el estado nutricional de los pacientes.

El cáncer puede traer consigo múltiples síntomas como nauseas, vómitos, falta de apetito, diarrea, estreñimiento, cambios en el peso, irritación en las mucosas, dificultad para tragar, alteraciones en el olfato y gusto, entre otras.

Es importante destacar que no todos reaccionamos de igual manera y no tenemos los mismos síntomas, por lo cual es necesario adaptar la alimentación a cada persona, de acuerdo a su tipo de cáncer, síntomas y tratamiento recibido.

¡NO NOS PRESIONEMOS!

Tampoco hay que demonizar los alimentos ni hacer dietas extremadamente restrictivas; son poco sostenibles en el tiempo y pueden desnutrirnos. Y estar desnutrido es mucho peor que comer, de vez en cuando, algún alimento que no sea tan saludable.

Es recomendable tomar todas las medidas de higiene para preparar los alimentos y no comer carnes animales crudas ni lácteos no pasteurizados; al tener cáncer, estamos más predispuestos a contagios con microorganismos que pueden generar infecciones a través de los alimentos.